Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE LA NUEVA ESPAÑA, II



Comentario

Capítulo tercero
De las cerimonias que hazían los mercaderes cuando se partían para alguna parte a tratar

Cuando los mercaderes querían partirse de sus casas para ir a sus tratos y mercaderías, primeramente buscavan el signo faborable para su partida, que era ce cóatl o ce cipactli o ce oçomatli o chicume cóatl. Haviendo buscado algunos de estos signos para su partida, tomavan el que mejor les parecía para partir. Un día antes de la partida trasquilávanse las cabeças y xabonávanselas en sus casas, para no se lavar más las cabeças hasta la buelta; y todo el tiempo que tardavan en este camino nunca más se trasquilavan, ni se xabonavan las cabeças; solamente se lavavan los pescueços cuando querían, pero nunca se bañavan. Todo el tiempo del viaje se abstenían de lavarse ni bañarse, salvo el pescueço, como esá dicho.

Y llegando a la medianoche de este día en que se havían de partir, cortavan papeles como tenían costumbre para ofrecer al fuego, al cual llamavan Xiuhtecutli o TIalxictentica. La figura de los papeles que cortavan tenían la figura de bandera, y atávanla a un hasta tiñida de bermellón. Desque havían aparejado estos papeles de noche, pintávanlos con tinta de ulli, el cual ulli derretían espetado en algún punzón largo de cobre. Y como encendían el ulli, començava a gotear; y aquellas gotas echavan sobre el papel por cierta orden. De manera que hazían una cara de persona con su boca y narizes y ojos. Dezían que esta era la cara del fuego. Después de esto cortavan otro papel para ofrecer a Tlaltecutli, para ceñírsele a los pechos; también le pintavan con ulli una cara como arriba se dixo. Después de esto cortavan otros papeles para ofrecer a Yiacatecutli, que es el dios de los mercaderes, que también le llaman Cocochímetl y también Yacapitzáoac. Estos papeles atavan a un báculo de caña maciça por todo él; y a este báculo, después de empapelado, le adoravan como dios. Y cuando se partían los mercaderes a tratar, llevavan sus báculos y llevavan sus papeles pintados con ulli, que era el atavío o ornamento del báculo.

Después de los de arriba dichos, cortavan otros papeles para ofrecer a Ce Cóatl Utli Meláoac, que es uno de los veinte caracteres o signos de la arte adivinatoria. Era cortado en cuatro tiras. Pintavan figuras de culebras en los papeles con tinta de ulli, con sus cabeças, ojos, bocas y lenguas y sus pescueços de culebra. Después de esto cortavan otros papeles para ofrecer a los dioses llamados Çacatzontli y Tlacotzontli, dioses del camino, y eran cortados a manera de mariposas y goteados con gotas de ulli. Después de aparejados todos estos papeles como está dicho, luego a la medianoche ofrecíanlos. Los primeros ofrecían al fuego, poniéndolos delante del hogar, y luego salían al medio del patio de la casa y ponían ordenados los papeles que ofrecían al dios de la tierra llamado Tlaltecutli; luego ponían ordenados los papeles que eran dedicados a Ce Cóatl, dios del camino, y a Tlacotzontli y Çacatzontli, dioses del camino. Y los papeles que eran dedicados a Yiacateculli, dios de los mercaderes, cubrían con ellos al báculo de caña maciça; estos papeles nunca los quemavan, porque cobijavan con ellos el báculo.

Después de haver ordenado su ofrenda como está dicho en medio del patio de la casa, luego se entrava dentro de la casa y se ponía delante del fuego en pie, y descabeçava algunas codornizes a honra del fuego. Haviendo ofrecido las codornizes al fuego, luego se sangravan las orejas con unas lancetas de piedra negra; y algunos sangravan también la lengua. Cuando ya corría la sangre, tornávanla en la mano y dezían "Teunappa", y cuatro vezes echava sangre al fuego, y luego goteava los papeles que allí estavan ofrecidos al fuego. Hecho esto, salía al patio y echava de su sangre hazia el cielo, poniéndola sobre la uña del dedo de medio y barajustándole hazia arriba, haziendo fuerça en el dedo pulgar. Lo mismo hazía hazia el oriente, que ellos llaman tlapcopa, echando cuatro vezes sangre hazia el oriente con el dedo como está dicho. Lo mismo hazía hazia el occidente, que ellos llaman cioatlampa. Luego se bolvía hazia el norte, que dizen ser la mano izquierda del mundo, a donde llaman uitznauacatlalpan, y por otro vocablo mictlampa. Hecho esto bolvíase hazia el mediodía, que dizen ser la mano derecha del mundo, y llámanla mimixcóa intlalpan; echava cuatro vezes la sangre como arriba se dixo. Allí acabava de echar sangre. Después de acabado de echar la sangre hazia las partes ya dichas, salpicava los papeles con sangre que estavan ordenados en el patio. Hecho esto, entrávase otra vez dentro de casa delante del fuego y hablávale, diziéndole de esta manera: "Bive muchos años, noble señor Tlalxictenticaé, Nauhyotecatlé" -estos son nombres del fuego que están en vocativo-. Dezía: "Señor, ruégoos que recibáis pacíficamente esta vuestra ofrenda y perdóname si en algo os he ofendido." Dicho esto, ponía los papeles que estavan dedicados al fuego sobre las brasas, y luego echava copal blanco que se llama tzioaccopalli, muy derecho y muy olorosos y muy blanco y muy puro y limpio, y metíalo debaxo del papel para que luego se encediesse. Y cuando estava ardiendo el papel y copal, el ofreciente lo estava mirando, y si vía que el papel humeava y no ardía, tomava mal pronóstico. Començava a temer que algún mal le havía de venir; entendía que en el camino havía de enfermar. Y si vía que luego se encendía y ardía y respendava, holgávase, porque de allí tomava buen pronóstico, y dezía: "Hame hecho merced nuestro señor el fuego, que me ha dado a entender que será próspero mi viaje." Haviendo hecho esto, salía al patio, donde estavan ordenadas las otras ofrendas, y tomava cada una de ellas; y levantava la primera como ofreciéndola hazia el oriente cuatro vezes, y otras cuatro al occidente, y assí a las otras partes del mundo. Tomava primero la ofrenda que estava dedicada al dios Tlacotzontli, y luego la que estava dedicada al dios Ce Cóatl; ésta ponía sobre las otras. Después de hecha la ofrenda a las cuatro partes del mundo con cada uno, como está dicho, y luego las tomava todas juntas y las ponía en el fuego que havía encendido en el patio. Luego hazía un hoyo en medio del patio y allí enterrava las ceniças de los papeles que se havían quemado, assí dentro de casa como fuera, y cogía la ceniça del papel de tal manera que no tomava nada de la otra ceniça del fuego, ni tampoco alguna tierra del soelo.

Esto todo que se ha dicho se hazía a la medianoche, y en amaneciendo, luego embiava a llamar este que havía hecho esta ofrenda, que era común a todos los mercaderes cuando se partían. Embía a llamar a los principales mercaderes, capitanes disimulados y a los otros ricos mercaderes que tratavan en comprar y vender esclavos. Y también juntava a los mancebos, y a las viejas y a las otras mugeres, sus tías. Y después que todos estavan juntos, lavávanse las manos y las bocas. Esto hecho, ponían delante de cada uno comida. Acabando de comer, todos lavávanse otra vez las manos y bocas; y luego les ponían delante sus xícaras de cacao y bevían; y luego les ponían delante las cañas de humo para chupar. Y el que los havía combidado luego se sentava delante de ellos y començava a hablar de esta manera: "Sea mucho en hora buena la venida a esta mi pobre casa. Quiero que oyáis algunas palabras de mi boca, pues que sois mis padres y mis madres, haziéndoos saber mi partida. Y a este propósito os he hecho llamar y combidar, para lavaros las manos y bocas ante que dexe este barrio y este pueblo, porque ya tengo compradas las cosas con que tengo de rescatar por los pueblos por donde fuere. Tengo compradas muchas navajas de piedra y muchos cascabeles y muchas agujas y grana y piedra lumbre. Por ventura me dará buena dicha el señor por quien bivimos y que nos govierna. Esto es con lo que me despido de vuestras maternidades y paternidades." Haviéndoles dicho estas palabras, respondíanle los mercaderes principales de los barrios, que son uno que se llama Pochtlan, otro Aoachtlan, otro Atlauhco, etc., como está en la letra.

Cuando alguno haze combite, que se llama tecuanotzaliztli, ordénanse los combidados en sus asientos de esta manera. Siéntanse todos juntos a las paredes en sus petates y icpales. A la mano derecha se sientan la gente más principal por sus grados y orden de su principalidad, como son entre los mercaderes pochtecatlatoque; y a la otra parte, que es la mano izquierda, se asientan los que no son tan principales por los grados y orden de su principalidad, como es entre los mercaderes de aquellos que llaman naoaloztoméca. Las estremidades de estas dos partes ocupan los mancebos, ordenados por su principalidad. El que primero habla, respondiendo a la plática que hizo el que los combidó, es el principal que está en el primero asiento de la mano derecha, y dize de esta manera: "Está muy bien dicho lo que havéis dicho. En vuestra presencia havemos oído y entendido vuestras palabras. Deseamos los que aquí estamos que vuestro camino, que agora queréis començar, sea próspero y que ninguna cosa adversa se os ofrezca en vuestro viaje. Id en paz y poco a poco, ansí por los llanos como por las cuestas. Conviene, empero, que vais aparejado para lo que quisiere hazer en vos nuestro señor, que govierna los cielos y la tierra, aunque sea destruiros del todo, matándoos con enfermedad o de otra manera. Rogamos, empero, nuestro señor, que antes moráis en la prosecución de vuestro viaje que no que bolváis atrás, porque más querríamos oír que vuestras mantas y vuestros mastles estuviessen hechos pedaços por essos caminos y derramados vuestros cabellos, para que de esto os quedasse honra y fama, que no que, bolviendo atrás, diéssedes deshonra a vos y a nos. Y si por ventura no permitiere nuestro señor que moráis, sino que hagáis vuestro viaje, tened por honra el comer sin chilli y sin templamiento de sal, y el pan duro de muchos días, y el apinolli mal hecho, y el maíz tostado y remojado. Guárdate, hijo, de ofender a nadie con tus palabras o con tus obras. Sé con todos reverente y bien criado. Mira, hijo, que si te ha dado dios de los bienes de este mundo, no te altivezcas ni menosprecies a nadie. Cuando te juntares con los que no conoces o con algunos de Tenochtitlan o de Cuauhtitlan o de Azcaputzalco o de Uitzlopuchco, no los desprecies. Háblalos; salúdalos humildemente. Y si dios te llevare a los pueblos donde vas a tratar, sirve con humildad, yendo por leña y barriendo la casa y haziendo fuego y regando, sacudiendo los petates, dando aguamanos, y haziendo todas las cosas que tocan a los servicios de los dioses, como es hazer penitencia y traer ramos. Sé diligente y curioso en todas las cosas de humildad. Esto has oído y bástete. No quiero dezir más."

Los que hazían estos combites, que combidavan los principales mercaderes y los demás barrios, eran personas de caudal y mercaderes que ya tenían costilla para gastar con sus combidados. Empero, los que eran pobres, que aún no tenían caudal, combidavan a solos los mercaderes de su barrio. Pero el que havía de ir por capitán de la compañía de los que iban, no solamente combidava a los de su barrio, pero también a los que havían de ir con él. Y algunos de éstos eran nuevos en el oficio, eran mancebillos que nunca havían ido otro camino; éste era el primer camino que echavan a mercadear. A estos mancebillos, mercaderes nobelos, sus padres y sus madres los encomendavan al capitán, rogándole mucho que mirasse por ellos. Dezíanle: "Vaya este moçuelo en vuestra compañía porque sepa los caminos de los páramos y de los montes, donde se gana fama y honra, y donde se halla la esperiencia y el saber que allá se deprenden los trabajos y fatigas. Allá se hará hombre y avisado en vuestra compañía o muérase. ¿Qué ha de hazer o qué le tengo yo de hazer aquí en casa? ¿Es por ventura muger que le tengo de enseñar a hilar y a texer en casa? Vaya a donde sea hombre." Y el padre y la madre del mancebo hablava a su hijo de esta manera: "Aquí estás, muy amado hijo nuestro; estás angustiado porque te embiamos lexos tierra; pero mira que para esso te ha hecho dios nuestro señor, para que trabajes como hombre y no estés ocioso en casa. Vete en paz con aquellos con quien te embiamos y deprende de ellos cómo andan por los caminos, y de la manera que tratan, y cómo se ponen las escudillas y chiquihuites delante de los que comen, y cómo se da aguamanos. Y mira bien la orden del servicio que se haze cuando se sientan a comer, y cómo se ordena la comida."

Y cuando ya se quieren partir para ir su camino, primero se juntan todos en la casa del mayoral que va por capitán; también allí se juntan todas las cargas de sus mercaderías y las cosas que llevavan encomendadas para venderlas de los mercaderes viejos, que se llamavan pochtecatlatoque, que ellos no iban en este viaje, sino que encomendavan sus mercaderías para que las vendiessen, y después se partían con ellos la ganancia cuando bolvían. También encomendavan algunas mugeres tratantes sus mercaderías para que hiziessen lo mismo. Todos juntos se juntavan en aquella casa y disponían sus cargas, y esperavan allí hasta que partiessen. En su presencia también juntamente juntavan la provisión para el camino, como pinolli y otras cosas, y todo lo juntavan dentro de la casa de noche. Teniendo ya todo junto lo que se havía de cargar, hazían sus cargas en los cacaxtles y davan a cada uno de estos que tenían alquilados para que las llevassen a cuestas la carga que havía de llevar. Y de tal manera las compasavan, que no eran muy pesadas, y llevavan igual peso. Esto se hazía por la orden que dava el que iba por capitán. A los que nuevamente iban a deprender aquel oficio, que todos eran mancebillos, no los cargavan con cargas, sino mandávanlos que llevassen lo que se havía de bever, como pinolli, y las xícaras y los rebolvedores, que eran por la mayor parte hechos de conchas de tortuga. Haviendo ya concertado todas las cosas que havían de llevar, a la noche poníanlo todo en la canoa o canoas, una o dos o tres, que eran para esto aparejadas. Haviendo puesto todas las cargas en las canoas, bolvíase el capitán a los viejos y viejas que allí estavan esperando su partida. Dezíales de esta manera: "Aquí estáis presentes señores y señoras ancianos y honrados, cuya ancianidad es tanta que apenas podéis andar. Quedaos en hora buena. Ya nos vamos, porque ya hemos oído los buenos consejos y avisos que teníades guardados en vuestro pecho para nuestro aviso y doctrina, palabras que con lágrimas las recebimos. Ya con esto contentos y esforçados, dexamos nuestro pueblo y nuestras casas, y a nuestros hijos y mugeres, y a nuestros padres, y amigos y parientes, los cuales creemos que no nos echarán en olvido por estar absentes." Luego los viejos y viejas le respondían: "Hijos nuestros, está muy bien lo que habéis dicho. Id en paz. Deseamos que ninguna cosa trabajosa se os ofrezca. No os dé pena el cuidado de vuestras casas y de vuestra hazienda, que acá haremos lo que devemos. Ya os havemos dicho lo que os cumple como a hijos con que os havemos esforçado, exhortado y avisado y castigado. Mirad que no echéis en olvido las palabras, consejos y exhortaciones que vuestros padres y madres han puesto en vuestro seno. Mirad, hijos, que essos moçuelos que van con vosotros, que no tienen experiencia aún de los trabajos de los caminos, que los havéis de llevar como por la mano. Serviros héis de ellos para que donde llegáredes os hagan asentaderos de heno, y aparejen los lugares donde havéis de comer y dormir con hero. Y también tened gran cuidado de imponerlos en las cosas del servicio de los dioses, que es el repartimiento de las noches y las vigilias de ella, para que con toda diligencia se exerciten en ellas. No seáis negligente en imponerlos en toda buena criança, como conviene a los mancebos." Con esto se despedían de ellos del todo. Y después que havían acabado de hablar los unos y los otros, luego se levantavan todos, y estava hecha una hoguera de fuego grande, cerca de la cual estava una xícara grande tiñida de verde y llena de copal. Y cada uno de los que se iban su camino tomava una taxada de copal y lo echava en el fuego, y luego se entravan de rondón en la canoa. Ninguno entrava entre las mugeres, ni se bolvía a mirar atrás, aunque alguna cosa se le huviesse olvidado en casa, ni procurava por ella, ni hablava más a los que quedavan. Ni ninguno de los que quedavan, así de los viejos como de las viejas mercaderes, se mudavan para ir hazia a donde iban, ni siquiera un paso. Y si alguno tornava a mirar atrás de aquellos que iban su camino, tomavan de ello mal agüero; teníanlo por gran pecado. De esta manera ya dicha se partían los mercaderes para ir a tratar a lexas tierras.